
En una reforma histórica que ha provocado reacciones encontradas, el Congreso de El Salvador, controlado en su mayoría por el partido oficialista, aprobó modificaciones a la Constitución que permiten la reelección indefinida del presidente. La medida también extiende el periodo presidencial de cinco a seis años, allanando el camino para que Nayib Bukele permanezca en el poder más allá del siguiente mandato.
«Esta reforma responde a la voluntad del pueblo salvadoreño y al compromiso de seguir transformando el país», argumentaron legisladores afines al oficialismo durante la sesión plenaria.
El anuncio ha sido recibido con entusiasmo por los seguidores del mandatario, quienes consideran que su liderazgo ha traído estabilidad y resultados visibles. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos, sectores académicos y parte de la oposición advierten que esta decisión representa una grave amenaza para la democracia salvadoreña, al eliminar los límites al poder ejecutivo y concentrar aún más autoridad en la figura presidencial.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención los desarrollos en El Salvador, en un contexto donde la separación de poderes y la alternancia política son principios fundamentales en los regímenes democráticos. La reforma aún deberá superar posibles recursos judiciales, pero deja claro que Bukele y su partido continúan consolidando su hegemonía política.
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